A mediados de la década de 1980, las interfaces digitales, despúes de veinte años de vida latente en los laboratorios de información, se volvieron visibles. Las interfaces estaban ahí, en todos los hogares y oficinas, al alcance de la mano, si bien no se sabía mucho de ellas.
La interfaz, se decía por entonces y se repite todavía hoy, sería una especie de prótesis o extensión de nuestro cuerpo que, cuando ha sido bien diseñada, desaparece cuando la utilizamos. La necesidad de la transparencia de las interfaces se convirtió en uno de los grandes apotegmas del mundo del diseño.
Frente a esta visión Scolari se encarga a lo largo de su libro de refutarla.
La desaparición de la interfaz es la utopía de todo diseñador de interfaces. Sin embargo, lo que es bueno para el diseñador-y sobre todo para el ususario- no es necesariamente bueno para el investigador. La aparente automaticidad en el uso de las interfaces no debería implicar una pérdida de complejidad teórica. Incluso en el ejemplo más simple de interacción con las máquinas digitales se esconde una intrincada red de procesos semióticos y cognitivos. Por tanto, según Scolari, la interacción con las máquinas digitales está lejos de ser una actividad automática, natural y transparente. El autor afirma que antes, durante y después de la acción es posible identificar procesos perceptivos de reconocimiento, intercambios comunicativos a nivel textual entre enunciador y enunciatario, simulaciones que remiten a experiencias precedentes de interacción, hipótesis relativas a los resultados posibles de interacción, negociaciones y contrataciones entre el diseñador y el usuario que hacen tambalear cualquier hipótesis de transparencia o automaticidad de la interacción.
Bibliografía:
-"Hacer clic en la complejidad de las interfaces digitales”. Cap 1: La ilusoria transparencia de las interfaces. Carlos Scolari.
http://www.modernclicks.net/ciberc.html